domingo, 8 de junio de 2008

Mujer Amante | Prólogo II

La tarde resultó más incómoda aún, pero sólo para los dos amigos ya que sus compañeros de viaje parecían ajenos a la situación. La pelirroja huía de su mirada almendrada en cada momento, y sus encuentros inevitables dentro de la casa en las horas de comida, eran evitados por la muchacha de la forma más sutil pero fácilmente percibidos por el entrenador.
Y la noche cayó con rapidez en las costas de las islas Naranjas. Con ella venía la esperanza para Ash de poder olvidar el altercado del mediodía, con alguna conversación amistosa con May; pero esta no dio el resultado que esperaba…

- Ash… Ash! – exclamó preocupada una castaña, mientras mecía con suavidad el cuerpo de su amigo. Ambos chicos estaban sentados en una banca de la playa, donde antes observaban el reflejo de la Luna en el oscuro mar de noche. Este se sobresalto con la acción, para por fin dirigir su atención a la chica que “suponía” quería. Cuando encontró su reflejo en los calidos ojos azules de May, reconoció la preocupación que sentía por él. – que sucede Ash? Estas muy extraño… - susurró, buscando respuesta. El trigueño se limitó a sonreír.
- nada May! Sólo… estoy un poco cansado – mintió el moreno. Lo cierto era que durante todo el día había estado inmerso en un mar de pensamientos personales, sin siquiera saber porque la confesión de su amiga lo había confundido tanto.
- no me mientas! – señaló con suavidad la muchacha, mientras tomaba el rostro de Ash con sus manos. El muchacho no se preocupo en notar la cercanía del rostro infantil de May, y se dedicó a compararla con la supuesta reacción que tomaría su pelirroja amiga. Una sonrisa imperceptible nació en su rostro. – He sido tu amiga durante dos años y creo ya conocerte – siguió la joven, ahora con un suave tinte carmesí en sus mejillas; debido a la cercanía del masculino rostro del trigueño. – por que no confías en mi y me cuentas?? – El chico la vio por unos segundos con el entrecejo fruncido, desconfiado, para luego suspirar e iniciar su relato.
- has sentido alguna vez… - susurró con tristeza, para luego dirigir su mirada al cielo nocturno. – miedo por alguna decisión que has tomado?? Por realizarla?? – la castaña se inclino lentamente sobre sus piernas para protegerse del frio costero y buscar los ojos almendrados de Ash, que permanecían fijos en el cielo.
- miedo? Todos los días Ash … pero prefiero arriesgarme – aseguró con determinación la castaña, ganándose la atención del morocho nuevamente. Al notar aquel detalle, giró su cabeza de inmediato hacia el mar , provocando que cortos mechones castaños se movieran con gracia. – es decir… como sabes si lo que viene es bueno o malo si no te arriesgas?!! Tal vez pierdas algo que es muy valioso, pero… tal vez ganes algo mejor! – exclamó decidida, mientras abrazaba sus rodillas con fuerza, alentándose a sí misma con esas palabras.
Permanecieron por largos minutos en un cómodo silencio. El moreno reflexionaba sobre aquel consejo, mientras lo relacionaba con la extraña confesión de su amiga. La imagen de la muchacha se apareció en sus pensamientos inevitablemente, especialmente la escena que habían compartido al mediodía. Recordó como sus mejillas se habían coloreado suavemente por el tono carmesí, como sus ojos verdeazulados parecían más profundos por el brillo ansioso que los adornaba, como sus labios estaban rojos y suavemente hinchados por permanecer largo tiempo oprimiéndolos, como su cabello de fuego se pegaba en su rostro de marfil con la ayuda del viento. Debió reconocerse a sí mismo, que era la primera vez que se fijaba en la belleza de su amiga; como si su subconsciente se hubiera encargado de esconder con maestría todo sentimiento fuera de la idea amistad.

- Ash.. Yo – susurró la castaña, avergonzada. Aquella acción desvaneció la imagen que Ash estaba imaginando y éste involuntariamente se enfadó por no poder seguir disfrutándola. – Ash.. Yo.. – y esta vez se vio en la obligación de voltear su rostro hacia May. La muchacha permanecía abrazada a sus rodillas y con sus hombros levemente alzados, como si temiera algo.
- que pasa May? – inquirió en un murmullo, claramente preocupado por la chica. Esta se quedó viéndolo en silencio, sus ojos brillaban con tal intensidad que el morocho llegó a pensar que lloraría y sus labios, fuertemente apretados. – sucede algo? – volvió a preguntar, para esta vez recibir como respuesta el erguimiento de la castaña. Esta se ubico frente a él, con una clara determinación en sus azulados ojos. – vamos May! Dime que… mm… - la oración murió de improvisto en los labios del chico, la muchacha se había inclinado en un movimiento suave y había juntado su boca con la suya. Por su parte, el joven entrenador permanecía con sus ojos desmesuradamente abiertos, sin tener certeza de seguir o parar. Los labios de la niña empezaban a moverse con lentitud e ingenuidad, temblando suavemente sobre los de Ash. Luego de un rato de movimientos novatos la chica se separó azorada y se dirigió corriendo a la casa de verano. El trigueño ni siquiera pensó en detenerla, se quedó viendo el sendero que había recorrido con unos turbados ojos, que parecían haber perdido su inusual luminosidad en un segundo. Era primera vez que el joven moreno se sentía tan confundido.

-…-…-…-…-…-…-…-…-…-…-

El pisar rápido en las escaleras resonó estrepitosamente por todos los rincones de la casa. Una mujer de edad media sonrió al notarlo, sabiendo de antemano quién entraría a la cocina en unos segundos.

- Mamá!! – exclamó una voz alegre y enérgica, mientras entraba ruidosamente a la cocina. La castaña se vio en la obligación de voltear para encontrarse con su hijo.
- Buenos días Ash – señaló la mujer nombrada, con seriedad y enfado. El trigueño reconoció de inmediato su error, pidiendo disculpas con un gesto infantil.
- buenos días Mamá! – saludó por fin el chico, con aquella sonrisa humilde que podía enamorar a cualquier persona. El brillo de sus ojos destacaba de inmediato en su rostro aún con aire infantil, aquellos ojos que parecían espejos compuestos de negras perlas. – sabes donde esta Misty? – inquirió de inmediato, a la vez que ordenaba su vestimenta y su cabello azabache en un acto reflejo. Aunque debió reconocer que las bolsitas formadas bajo su mirada, luego de una larga y confusa noche de insomnio, serían imposibles de cubrir para mejorar su aspecto personal.
- Misty? – preguntó Delia, mientras cambiaba su atención desde el desayuno hacia su único hijo. – que no te aviso? – Ash elevó su rostro de inmediato, sin saber porque una sensación de terror estaba atacando a su corazón.
- que… que cosa mama – balbuceó con voz apagada, lo que no pasó desapercibido por su madre.
- Misty recibió una llamada de sus hermanas y debió irse a Ciudad Celeste –
- QUE??!!! CUANDO???!!!! –
- Ayer en la noche, querido – contestó la tierna madre, desconcertada por la mirada perdida que su hijo había adquirido. El morocho había quedado en shock por el escape de la muchacha, en especial porque al fin había reconocido y aceptado sus sentimientos hacia ella.

Luego de aquella conversación el trigueño se apresuró en empacar sus pocas vestimentas y seguir a la pelirroja. Pero al llegar a Ciudad Celeste, luego de días de viaje, descubrió que su amiga había decidido viajar por las Islas Naranjas en busca de su sueño. Ash, terco como se caracterizaba, siguió el rastro de la chica por todos aquellos lugares… pero llegó un punto en que el cansancio y el tiempo perdido en la búsqueda, acabo con toda esperanza…